Tengo el billete
de primera especial, vagón con sillones amplios, aire acondicionado, limpio y
confortable. Salida a las 6:40 y con llegada a Pune a las 10:10. Coste de la
ida y vuelta 750 rupias. Recorrido 250 kilómetros. Detrás de los dos vagones de
primera especial hay enganchados unos diez vagones de primera y segunda. En los
que viajan hacinados como ganado; de pie sobre los estribos, y en algunos
vagones sobre el techo, caras y cuerpos con la mirada perdida. Y uno, solo para
las mujeres que prefieren viajar separadas.
Tengo delante de
mí una espera de casi una hora. El taxista quiere quedarse conmigo hasta que
salga el tren, le indico que no es necesario. Él me sugiere que no pierda de
vista las maletas y que tenga mucho cuidado al subir y apearme del tren, ya que
son momentos que se dejan las maletas para subir o bajar y pueden desaparecer
fácilmente. Por lo demás, que no tema, nadie se acercara a molestarme. Me
tranquiliza. Y como la sugerencia que me ha hecho es la misma que se hace en
todas las estaciones y aeropuertos del mundo, lo dejo ir. Eso sí, le indico,
que yo estaré de vuelta a las nueve y media de la tarde, que me espere en el
andén.
Allí, solo, me dedico a pasear y ver aquel
mundo que se abre delante de mí. A intentar contrastar la manera y forma de
vivir de aquellas gentes, con la mentalidad occidental que anida en mi cerebro.
A primera vista lo que más me sorprende es la tranquilidad y complacencia con
que soportan las molestias y falta de servicios. Sin quejas, relajados. Sus miradas
no transmiten sentimiento alguno. Entre esta gente, adaptada a su mundo, me
siento pequeño e inadaptado. Mi mente solo se fija en las necesidades,
carencias que ella, yo, tiene asumidas como necesarias. La escena es la normal,
la de cada día. Lo único extraño aquí soy yo. Las personas me miran; pero no a
mí, sino, a la cara de sorpresa que se me ha puesto ante lo que veo. Ellos
siguen con su parsimoniosa actitud; tranquilos enfrente de las circunstancias
que moldean sus vidas. Paso cerca de una familia de las tantas sentadas en el
suelo. Me invitan a compartir su desayuno. Son Sikhs: Un niño, dos niñas,
marido y mujer, y los padres de él.
Tumbo mi maleta
en el suelo, cerca del cabeza de familia, el abuelo, y me siento sobre ella.
Antes de sentarme todos los componentes de la familia se levantan y juntando
las manos delante del pecho pronuncian el saludo hindú, “NAMASTE”. Yo repito el
gesto y les doy las gracias por aceptarme a compartir su reunión familiar. Les
sorprende, ya que según me comentó el Sr. Shiv, esto era una práctica habitual
en los hindúes, en especial, los Sikhs. Él me presenta a toda la familia. Su
esposa Arundati, el padre Sandeep, la madre Sanyukta. No recuerdo los nombres
de los hijos. Los ojos grandes y negros de las niñas se quedan enredados en mi
cerebro.
Arundati se
levanta y desaparece de mi vista durante unos minutos. Vuelve con una botella
de agua sin abrir, que me ofrece. Mientras tanto Shiv me pregunta si éste es mi
primer viaje a la India. Le contesto afirmativamente y le hago saber que vengo
de España. Responden con gesto de agrado. Seguimos charlando sobre el motivo de mi viaje
y hacia donde me dirijo esa mañana. Al decirles que voy a visitar la ciudad de
Pune se alegran mucho. Ellos vuelven a su ciudad, donde tienen la residencia el
resto de sus familiares, para celebrar todos juntos el GANAPATI FESTIVAL.
Me atreví a
preguntarle el por qué, él, su padre y su hijo, llevaban el turbante en la
cabeza. Esta pregunta abrió una enciclopedia de conocimientos sobre el
Sikhismo. Al darse cuenta que me interesaba su cultura y que me puse cómodo
para atenderle, su mente se abrió como una catarata de nombres, fechas, normas
y filosofías extrañas para mí. La familia se arremolino más, casi nos
apelotonamos. Los hijos e hijas, así como los abuelos y esposa, sin dejar de
picotear con los dedos la comida que había en papeles sobre el suelo, avivaron
sus ojos y se centraron en el monologo del padre. Shiv empezó relatándome los
fundamentos de su religión.
--Nuestra
religión tiene una antigüedad de 500 años. Su fundador, una gran persona, fue
Guru Nanak que nació 1469. Predicó un mensaje de amor y comprensión y, por lo
que él en aquel entonces vio, criticó el seguimiento ciego de los rituales
hinduistas y musulmanes. Nueve sucesivos Gurus, santos insignes, siguieron
promulgando y esparciendo esta nueva religión. Sucesión que terminó con el
último Guru en vida, que fue, Guru Gobind Singh que murió en 1708.
Nuestro último
Guru estableció la orden de Khasala (que significa “El Puro”). Esta era una
orden de soldados-santos, al parece seguidores que entregaban sus vidas por la
defensa de la Khasala. La cual instauró las más altas virtudes de
compromiso, dedicación y conciencia social de los Sikhs. La Khasala son hombres y mujeres que han sido bautizados
y que deben seguir estrictamente el código de conducta y convenciones Sikh, los
cuales, para cumplir con los preceptos, deben de llevar siempre encima los
artículos físicos de la fe. Uno de los más fáciles de apreciar es el no
cortarse nunca el pelo de ninguna parte del cuerpo; el de la cabeza la religión
requiere que esté cubierto con un turbante en el hombre. Y el Kirpan, que es
una espada de ceremonia. Hoy en día todos llevamos, en vez de la espada, una
navaja pequeñita en el bolsillo de pantalón, aclara Shive--
Parece ser que antes
de morir, El Guru Gobind Singh declaró que los Shicks ya no necesitaban a
ningún gurú vivo. Y señalo como su sucesor a La Khasala.
Nuestro Guru Gobind
Singh sintió que toda la sabiduría que los Sikhs necesitaban como guía
espiritual y para su vida diaria la podrían encontrar en las escrituras
sagradas Sri Guru Granth Sahib. Que se convirtió en el Guru eterno de los
Sikhs. Estas escrituras contienen poesías, y muchos escritos de santos de otras
confesiones las cuales eran consistentes con los de los gurus Sikhs.
Gracias por vuestros comentarios, me ayudan a aprender y mejorar.

Hola, me parece muy interesante lo que describes, tu deseo de conocer la forma de vida del pais que visitas en contacto directo con la gente y no solo visitanto los itinerarios turísticos y tambien los datos sobre los Sikhs, grandes desconocidos para los españoles, a mi juicio. Especial atención al regalo de la botella de agua.
ResponderEliminarIosepha