Shiv, dejo de
hablar, sorbió un poco de agua y continuó.-- El Sikhismo no tiene curas. Estos
fueron abolidos por Guru Gobind Singh. La corrupción y el egoísmo, que se
supone que existían en aquel tiempo, hicieron de ellos personas no deseables. A
los únicos que mantiene el Sikhismo son a los custodios de las escrituras Guru
Granth Sahib (granthi). Y cualquier Sikh es libre de poder leerlas en los
Gurdwara (templo Sikh), o en sus casas. En nuestros templos son aceptadas
gentes de todas las religiones. Y en todos los Gurdwaras se pueden encontrar
las cocinas de la comunidad de libre acceso, en las que se sirve de comer a
personas de todas las religiones, siguiendo los principios instituidos por Guru
Nanak, el fundador, los cuales desatacan como un principio Sikh básico el servicio,
la humildad y la igualdad--
En este punto
Shiv ya se encontraba puesto en materia y un punto emocionado, así como toda
la familia. Yo seguía con interés todo lo que él me contaba. De pronto, los
altavoces de la estación crepitaron anunciando la salida del tren con destino a
Pune. Esto cortó el relato y todos nos preparamos para salir al andén en busca
de nuestro vagón. Las niñas y la madre recogieron los restos de comida y lo
lanzaron a un basurero, que al estar lleno, lo escupió fuera, desparramando los
restos a la entrada de la sala.
El andén era un
río desbordado de personal corriendo a buscar, cargados con todo tipo de bultos,
fardos y jaulas con animales; patos y pollos, un espacio en el que acoplarse
dentro de los vagones de primera y segunda en los que no había asientos. Yo me
enfile hacia una cola, que a mi entender era la de primera clase especial, con
la sorpresa de ver que la familia de Shiv también se ponían en la misma cola. Shiv
se acercó a mi muy respetuoso y me indico que viajábamos juntos en el mismo
vagón. Yo me alegré de poder seguir compartiendo con ellos el viaje.
Ya instalados en
el vagón, una azafata me sirvió una botella de agua grande y me pregunto si me
apetecería tomar té o café. Yo le pedí un té. Unos asientos enfrente de mi
estaban sentados todos lo componentes de la familia de Shiv. En el resto del
vagón solo seis o ocho pasajeros más. Todos los demás asientos vacíos.
Aproveché para invitar a Shiv a que se sentase a mi lado y poder continuar
charlando sobre el tema que habíamos dejado inconcluso en la terminal de
Mumbay. Lo cual aceptó de buena gana. Le pregunté sobre la procedencia de su
religión. Qué estado de la India era en el que más Sikhs Habían. La respuesta
no tardo en llegar.
--Nosotros
procedemos del estado de Punjab, situado al norte de la India , justamente a la parte de arriba del
estado en el que esta Delhi. Y nuestra ciudad sagrada es Amritsar. Allí tenemos
el centro religioso históricamente más significativo para los Sikhs, Harmiandir
Sahib (El Templo Dorado). El cual no es un punto obligatorio de peregrinaje
para los seguidores de nuestra religión. Para nosotros todos los lugares donde
las escrituras Sri Guru Granth Sahib están expuestas son igualmente sagrados.--
Mis párpados,
con el traqueteo del tren, empezaban a pesar más de lo debido. Los ojos se me
cerraban por momentos. Shiv se dio cuenta. Su voz se convirtió en un susurro,
que casi parecía una nana para dormirme. Cuando me desperté estaba cubierto con
una manta. Más tarde me enteré que Arundati, la esposa de Shiv, la había pedido
a la azafata y me cubrió con ella, para evitar que me resfriase con el aire
acondicionado.
Nos sirvieron un
bocadillo para almorzar, una bolsa de frutos secos y más té. El bocadillo
llevaba en su interior una tortilla, o revuelto de verduras, no estaba mal.
Shiv me preguntó si me gustaba, le dije que si y le replique con la misma
pregunta. Quedé un poco sorprendido por su respuesta, me dijo inclinando la cabeza
a derecha e izquierda, que no le gustaba. Le seguí preguntando el porque no le
gustaba. El me corrigió. Indicándome que sus movimientos de cabeza indicaban
que sí que le gustaba. Yo entendí que estos tenían diferente significado para
ellos. Cuando quieren decir que no, rotan la cabeza derecha izquierda, como
nosotros. Para indicar sí, en vez de bajar y subir la cabeza, la inclinan a ambos
lados.
Ya solo faltaba
media hora para llegar a Pune. El viaje, entre la cabezadita y la conversación,
estaba siendo bastante agradable. El paisaje, que el agobiante sol ya iluminaba
completamente, estaba cubierto por una densa calima. El trayecto transcurría
por valles y colinas despobladas. Solo de vez en cuando se veían a lo lejos, o
cerca del la línea férrea, algunas chabolas levantadas con troncos y cubiertas
con planchas metálicas. Algún conjunto de edificios hechos de adobe. Los valles
dejaban sentir la sequedad, rota por pequeños bosquecillos arremolinados cerca
de los arroyuelos. Las colinas frondosas, con muchos bancales tipo pequeñas
huertas donde se podían ver personas trabajando la tierra, con los búfalos como
maquinaria productiva. Viejas envueltas en sharis descoloridos y sucios, en
cuclillas fregando cacharros enfrente de la cabaña. Sirviéndose de pózales con
agua para sus menesteres. Los edificios en estado penoso. En los puntos en que
estaban situados cerca de la vía férrea se podían ver pequeños, desnudos y
harapientos, que intentaban correr al lado del tren durante un corto trayecto,
con las manos tendidas hacia nosotros.
Gracias por vuestros comentarios, estos me ayudan a aprender y mejorar.

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